La Coordinadora Antidroga algecireña, Barrio Vivo, acaba de cumplir 34 años de existencia
Su presidente no deja lugar a dudas: «Si alguien quiere legalizar las drogas, que las legalice en su casa»
La entidad mantiene un pulso contra el tráfico y consumo de drogas, usando la denuncia y fomentando la prevención.
Fue un cinco de junio de 1990, en un teatro Florida de Algeciras lleno. La coordinadora antidroga Barrio Vivo se constituyó por la unión de asociaciones de vecinos como Puerto Blanco, de La Piñera, o La Cañá, de La Bajadilla, sindicatos como Comisiones Obreras y entidades sociales, educativas, partidos políticos y muchas personas movilizadas ante las consecuencias de la adicción a las drogas en la población, en el vivir de cada día, en la seguridad.
Contaban con el trabajo de otras coordinadoras y movimientos antidroga que ya habían fraguado en las barriadas sanroqueñas de Estación, Taraguilla y Miraflores, o en La Línea, con Micaela y los pañuelos verdes de muchas madres.
Miguel Alberto Díaz, presidente de Barrio Vivo, que sigue pensando que «esta comarca se merece vivir», publicó en las páginas de Europa Sur el 29 de mayo de 1990 un artículo titulado Ese maldito caballo que resumía, desde la experiencia personal de la muerte de su hermano Ramón -«un niño que nació en el verano de 1955»-, las razones de la movilización social contra las drogas. Su hermano consumía «un caballo que presagiaba tristeza, desolación y muerte y que al paso de los años se adentró, en su paseo, en nuestras casas, cambiando su ritmo de paso al trote por el de la galopada infernal», escribió.
La publicación de ese artículo llevó a Pepe Chamizo, sacerdote con magisterio en la Estación de San Roque, y a Paco Rubiales, párroco en Los Pastores, en Algeciras, a visitarle para proponerle la creación de la coordinadora antidroga.
«Murieron muchísimos chavales jóvenes», cuenta Díaz, pasados 34 años. «Por un lado, por lo que era la jeringuilla, que se compartía. Y después, por otro lado, por el tema del sida. Es decir, era una mezcla explosiva. Veíamos gente que eran auténticos zombis, gente que se iban deteriorando así día a día. Entonces, ahí no había medidas preventivas, ni había nada. Hay cosas que yo siempre agradeceré, como es el Centro Provincial de Drogodependencias; el trabajo de la gente de infecciosos del Hospital Punta de Europa, con Manuel Tortosa a la cabeza, y la creación y consolidación de los centros terapéuticos. Uno de los problemas que tuvo mi hermano es que no existían esos servicios».
Personas como Miguel Alberto, vecino de La Piñera, se salvaron de caer en la droga porque estaban en otras ocupaciones, como los grupos scouts impulsados por la parroquia de Espíritu Santo, con el Padre Pedro. «Había muchísimos chavales en el grupo, ligados a la naturaleza, a servir a los demás. Era una educación en valores. Yo diría que los que no caímos, no porque éramos una cosa, sino porque tuvimos suerte de no caer», dice Díaz.
Entonces la entrada a las drogas, que muchos consideraban «graciosa», era el hachís, ligado con una cerveza. Eso ya creó una dependencia que llevó al «caballo» y otras drogas que se extendieron por toda la ciudad y clases sociales.
«Hay gente que ha querido siempre estigmatizar a las barriadas, pero es que en las barriadas no se ocultaban tanto. Pero nosotros en la coordinadora hemos tenido que atender a todo tipo de gente, el tiempo lo ha demostrado, gente también del centro de las ciudades», recuerda el presidente de Barrio Vivo.
Las víctimas de las dependencias en drogas se visualizaban antes más que ahora, porque en la actualidad la gente lo está sufriendo en sus casas. «Ahí se desarrollan los problemas de cocaína, pastillas… Hemos tenido recientemente el LSD y el fentanilo, por ahora, no es una cosa que podamos decir que ha llegado. Creo que hasta los mismos narcos de México, Sudamérica, los de Estados Unidos, están frenando la distribución porque han muerto 80.000 personas», sostiene Díaz.
«Hay una cosa que sí quiero decir. Que si alguien quiere legalizar las drogas, que las legalice en su casa. Los experimentos, en su casa con gaseosa», afirma con rotundidad. «Se ha demostrado científicamente que hasta el hachís, la marihuana, desarrollan enfermedades mentales como la esquizofrenia, brotes psicóticos. Eso no quita que pueda usarse el hachís o la marihuana con fines terapéuticos. Lo que sí hacemos las coordinadoras es no dar discursos morales, sino avisar, y jamás estaremos de acuerdo con la legalización de las drogas», asevera.
La historia de Barrio Vivo está repleta de nombres propios, de personas y familias atendidas, de otras que brindaron su esfuerzo a la causa contra las drogas y que ya no están, como Carmela Díaz, Mari Carmen de la Torre, Luis Marquijano, Rafael Pérez de Vargas y otras que todavía siguen en la tarea, como el sacerdote José Chamizo, Francisco Mena, el periodista Juan José Téllez, el deportista Jorge Páez y quienes con su trabajo han ayudado a combatir el problema, como el magistrado Manuel Gutiérrez Luna o quien fue fiscal antidroga, Emilio Miró. El listado sería muy extenso.
El balance es muy positivo. «Creo que nosotros, en estos 34 años, aunque hubiéramos salvado una vida ya hubiera merecido la pena nuestra existencia. Pero es que hemos salvado muchas vidas», cuenta Miguel Alberto Díaz.
En el mencionado artículo Ese maldito caballo, el presidente de la coordinadora algecireña escribía sobre la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado: «De vez en cuando, y como el que cubre las apariencias, muestran a la galería nieve confiscada, sabiendo que es una parte ínfima de lo que se mueve, como si de quitar complejos o vergüenzas se tratara».
La manifestación comarcal que siguió a la constitución de Barrio Vivo, que recorrió las calles de Algeciras el 20 de junio de 1990, guardó silencio ante la puerta de la comisaría de Policía Nacional, entonces abierta en la avenida de las Fuerzas Armadas «porque las madres sabían que los policías eran muy duros con los chavales, con las víctimas, y muy blandos con los poderosos. El tiempo demostró que tenían razón cuando desmantelaron la brigada de estupefacientes de la propia comisaría», recuerda Díaz. La labor de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ha evolucionado para bien.
Los cambios generacionales sí han endurecido el comportamiento de los narcotraficantes hacia las fuerzas de seguridad, en opinión del presidente de Barrio Vivo por cierta banalización, mediante películas como El Niño, artículos y vídeos. «Están cada vez más violentos. No podemos consentir lo que pasó en Barbate, no podemos consentir que estén amenazando con katanas a las Fuerzas de Seguridad nuestras y no podemos consentir que se hagan impunes porque, si esto sigue así, vamos a tener que darle la consideración de narcoterrorismo«.
Queda trabajo por delante en la coordinadora. «Tenemos un compromiso, y ahora hemos hecho una asamblea de la que ha salido una directiva para los próximos tres años. Hemos reforzado el equipo, lo hemos rejuvenecido, y hemos incorporado más mujeres. Las mujeres siempre han sido grandes protagonistas en la coordinadora, desde las madres los pañuelos verdes, pasando por las de Taraguilla, Estación y Miraflores, o por mujeres que han estado en los frentes, como Carmela, y las técnicas y voluntarias, que han sido las que han hecho teatro y un montón de proyectos», concluye Miguel Alberto.